Tengo por enemigo a una nación de doce millones de almas, enfurecidas hasta lo indecible. Todo lo que aquí se hizo el dos de mayo fue odioso. No, Sire. Estáis en un error. Vuestra gloria se hundirá en España.
José Bonaparte a su hermano Napoleón.
Introducción / Declaración de intenciones
“Doce millones de Almas” es un proyecto de juego estratégico a escala regimiento/batallón que pretende ser compatible y adaptable a muchos otros reglamentos tácticos sobre la llamada Guerra de Independencia española o Guerra Peninsular. Cuenta también con su propia mecánica de resolución rápida de batallas. Aún en fase de testeo y prototipo, este pretende dar respuesta a innumerables preguntas estratégicas que yo, como autor, me llevo haciendo desde que abría mis libros de texto en el colegio. En estos, con unos pocos párrafos que resumían una guerra complejísima y con un mapa con flechas de movimientos militares incomprensibles, sólo parecían existir el Ejército francés, el británico y, por parte de España, cuatro heroicos civiles desarrapados, culturalmente atrasados y con muy mala leche. Una España que, por cierto, hacía poco más de 20 años había dado buena “candela” al Ejército británico en América y Europa y aún era un imperio mucho mayor que esas dos modernas y ejemplares potencias. Sólo bastaba irse a la unidad didáctica anterior para comprobarlo (eso sí, si el autor del libro escolar no había decidido antes saltarse el s.XVIII y comenzar la decadencia española en 1588 con la Felicísima y Gran…perdón, “Armada Invencible”) ¿Qué narices había pasado? Comienzan las preguntas, luego vendrán los tableros, las cartas, las fichas, los generales, las ilustraciones y las mil horas de estudio.
¿Es cierto el estereotipo romántico de que sólo el pueblo y los bandoleros de una España muy atrasada y pobre resistieron a las tropas napoleónicas? ¿Era realmente el ejército profesional español tan incompetente como tantas veces se ha afirmado en muchos juegos y publicaciones? ¿O fueron otros factores, como su reducido tamaño en relación al Ejército imperial, la necesidad de reclutar enormes cantidades de voluntarios sin preparación, la crisis económica y el consecuente mal estado del arma de caballería los que redujeron su eficacia?
La España de comienzos del s.XIX aún podía considerarse una enorme potencia cultural ultramarina. Aunque si bien es cierto que Francia e Inglaterra eran ya militarmente las grandes potencias hegemónicas, continental (con permiso de Prusia) y marítimamente, España aún era una gran potencia a tener en cuenta en el panorama geopolítico junto con Austria, Rusia o el Imperio Otomano. Una potencia que, igual que el resto de las grandes naciones continentales, fue derrotada por los ejércitos revolucionarios viéndose atrapada entre los intereses de Inglaterra y Francia, y teniendo que participar en una guerra tras otra hasta su agotamiento militar y económico. ¿Fue este agotamiento resultante el que provocó la situación de vulnerabilidad aprovechada por las dos grandes potencias para dar a España el golpe de gracia en el mayor momento de inflexión de su historia contemporánea?

Como todos los demás ejércitos europeos que están históricamente bien considerados, el ejército profesional español estaba instruido en la doctrina táctica prusiana y también fue derrotado repetidas veces a partir de noviembre, después de sus primeras (y meritorias) victorias del verano de 1808. Sin embargo, a la hora de hacer las habituales valoraciones sobre la competencia y capacidad del ejército regular español ¿debería tenerse en consideración, junto a otras causas, el hecho de que la mayor parte de las mejores monturas españolas (de las pocas de las que disponía) se encontraban confiscadas en manos del ejército de Napoleón en Dinamarca (estas no volvieron) y en Portugal? ¿Debería tenerse en cuenta también que, en el momento de comenzar el conflicto armado, Francia ya había ocupado como aliado, mediante engaños (y no militarmente) la mayor parte de las más modernas plazas fortificadas fronterizas que garantizaban una mejor defensa frente a una hipotética invasión francesa? Plazas que, por cierto, estaban fuera de lo acordado en el Tratado de Fontainebleau y que ni siquiera se encontraban camino de Portugal.
¿Habría resultado tan rápida y exitosa la entrada en noviembre de Napoleón si hubiera tenido que tomar militarmente dichas plazas y el ejército regular español hubiera contado con toda su caballería operativa? ¿Se mantendrían las mismas consideraciones estereotipadas sobre el ejército regular español si la diplomacia de Napoleón no hubiera sido tan eficiente y se hubiera arriesgado a una invasión directa desde la frontera y no ya desde “la cocina”?
En definitiva, ¿no deberíamos reflexionar sobre si es justo atribuir la responsabilidad de las derrotas militares españolas de 1808 y 1809 a la supuesta incompetencia e inoperatividad de los mandos, las juntas (por supuesto) y el Ejército español como tantas veces se ha repetido? (Siempre unida la responsabilidad, innegablemente, a la magistral actuación y capacidad de la Grande Armée). ¿O bien debemos valorar también si todo este “paseo militar” francés fue, sobre todo, consecuencia de la genialidad diplomática y geoestratégica previa del Pequeño Corso? Por hacer un símil futbolístico, podríamos considerar que Napoleón, hábilmente, se hizo con el control de la “Federación futbolística” de turno y consiguió hacer jugar a su rival el partido decisivo con un jugador menos y contra nada más y nada menos que el equipo más potente de la época (el suyo, la Grande Armée) y contando con algunos futbolistas de la talla de Messi. Estrategias tan antiguas como de actualidad.
¿Podría haber resistido, por tanto, este ejército profesional español en dichas condiciones la entrada de Napoleón de Noviembre de 1808 y evitar en consecuencia la entrada del viejo enemigo británico y con ello el pillaje, saqueo y destrucción de su industria por parte tanto de los nuevos como de los viejos ”aliados»?

Por otro lado, en cuanto a la participación de Gran Bretaña se refiere, ¿fue mayormente británico el mérito de la victoria aliada final como popularmente se piensa? ¿Podría haber salido victorioso Wellington si no hubiera permanecido a la defensiva en Portugal hasta 1812? ¿Podría haber comenzado su ofensiva sin concentrar y sumar a su “mediano” Ejército británico algunas tropas españolas y, sobre todo, tantas unidades portuguesas? ¿Y si no hubieran existido hasta siete pequeños “ejércitos” españoles combatiendo y dispersando al mucho más numeroso Ejército francés en tantos frentes? Y sin el frente ruso y posterior desastre francés, ¿podría haber Wellington siquiera pasado a la ofensiva?
Aunque muchos de estos what if quedarán siempre sin responder, no debemos olvidar que la creación de las guerrillas y la participación del Ejército británico y portugués fueron claves para el desenlace final de la guerra, pero igual de clave fue el papel del olvidado y menospreciado Ejército regular español, que, pese a tantas dificultades, con todo en su contra, y no sin ilusión, intentó igualarse en campo abierto a una maquinaria bélica mucho más grande cuando el enemigo ya había sobrepasado casi todas las líneas estratégicas viablemente defendibles. Y, por encima de todo, fue el que soportó el mayor peso de la guerra en todos los frentes durante 4 años, además de ser el primero en conseguir una victoria en campo abierto contra los imperiales y el único ejército de toda Europa que no se rindió ni dio cuartel aun habiendo sido derrotado una y otra vez, y con el enemigo dentro de casa.
Este juego pretende dar respuesta a todas estas preguntas recreando y estudiando en profundidad, con la mayor justicia posible, el equilibrio (o desequilibrio) de fuerzas existentes, así como las capacidades de los ejércitos protagonistas en julio de 1808. Se han intentado simular de una forma simplificada las condiciones geográficas, militares y políticas que había en la península Ibérica durante el mes en el que tuvieron lugar las primeras batallas de la guerra: Medina de Rioseco, Bailén, el primer sitio de Zaragoza y el segundo asedio de Gerona.
En definitiva, es un estudio-homenaje a todas aquellas “doce millones de almas”, hombres y mujeres, militares y civiles, españoles y no españoles, que se atrevieron a plantar cara al mayor ejército de Europa, imbatido hasta la fecha. Y, en especial, al olvidado ejército profesional español, tan numerosas veces apartado del reparto de los laureles de la historia.
Por Álvaro Muñoz Guzmán,
(diseñador e ilustrador del juego “Doce Millones de Almas”)
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