Antonio Ramón Ricardos y Carrillo de Albornoz nació en 1727 en Barbastro, Huesca, donde se asentaba el regimiento Malta donde su padre ejercía de Sargento Mayor. Su linaje era doble, puesto que su abuelo materno fue el duque de Montemar, capitán general, conquistador de Orán y vencedor en Bitonto. Por parte paterna su abuelo fue Jacob Richards, oficial irlandés de la Royal Navy que, al asentarse en España, cambió su apellido de Richards a Ricardos.
Su familia procedía de Cádiz, donde fue trasladado de niño para su educación. Se dice que pudo ser su mismo e ilustre abuelo materno el que le iniciara en las artes militares. Lo que es cierto es que su primera experiencia la obtuvo en la Guerra de Sucesión Austríaca, en la que España desempeñó un excelente papel, y más concretamente en el regimiento de caballería Malta, donde era capitán desde los 14 años. De allí tenemos su primer parte militar allá por 1746: “gran valor e inteligencia en el servicio […] singularmente en la batalla de Piacenza y en las sangrientas jornadas que la siguieron”.

Al terminar aquella guerra en 1748, Ricardos ya era coronel del regimiento. Tras la misma, se dedicó al estudio entre otros temas de las campañas de Federico el Grande y en concreto del arma de caballería por Ziethen, el por entonces célebre general de húsares prusiano.
Tendría que esperar a la Guerra Fantástica de 1762 para ascender a brigadier y a la campaña de Orán del año siguiente para conseguir el rango de mariscal de campo tras ser herido. En 1764 partió hacia Nueva España para reorganizar su ejército y establecer las fronteras con las posesiones francesas. Pasó 4 años en América y, a su regreso, consiguió el grado de teniente general.
En 1773 se le encomendó la tarea de modernizar el Arma de caballería, para lo que estableció la Real Academia y Picadero de Ocaña entre otras medidas destinadas a imitar la doctrina prusiana. Por aquellos años se le relacionó activamente con el llamado Partido Aragonés del conde de Aranda, lo que le supuso la animadversión de Floridablanca, en el poder por entonces, por lo que fue desterrado a Guipúzcoa. Cuando el conde de Aranda se hace con el poder, Ricardos es llamado de vuelta a la corte, pero al llegar su protector también había sido sustituido por un nuevo actor: Manuel Godoy.
El nuevo favorito confió a Ricardos el mando del ejército de Cataluña en febrero de 1793. Es en ese momento cuando estalla la Guerra de la Convención, en la que España compromete tres ejércitos, siendo el más numeroso el dirigido por Ricardos. Por resumir, puedo comentaros que uno de los más grandes teóricos de la guerra, el barón de Jomini, dijo de esta campaña de Ricardos que era “un modelo de guerra de montaña”.

Su victoria en Mas Deu le valió el ascenso a capitán general, aunque no logró tomar Perpiñán debido, entre otras cosas, a la llamada por entonces “guerra de moros”, que consistía en fuerzas de paisanos fuera del ejército regular francés. Cuando Ricardos se quejó al general francés, la respuesta le dejó vivamente impresionado: “la fuerza general de la República se compone del pueblo entero. Todos los franceses son soldados ”. El mundo estaba cambiando rápidamente.
En invierno regresó a Madrid para exponer el estado de sus tropas. Una neumonía acabó con su vida antes de poder regresar al frente, que se derrumbó ese mismo año. Quizá con el general Ricardos a la cabeza de nuestras tropas. Su mujer recibió el título de condesa de Truillás, la más famosa batalla de su marido, donde derrotó a los franceses en inferioridad numérica, causando al enemigo 7500 bajas de 22000 hombres.
De él dijo el conde de Clonard: “una de las más bellas glorias españolas. Activo, perseverante, intrépido, sagaz, con un espíritu profundamente creador y una energía de primer orden”.
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