Este artículo comienza en la Parte I.
Las coplillas populares en tiempos de guerra
«La jota, según se canta,
huele a pólvora o a incienso.
Es clarín en las batallas
y es oración en el templo».
Como ya hemos dicho anteriormente, muchas composiciones de estos poetas circularon libremente entre el pueblo, que las adoptó, las adaptó y les puso música, llegando a olvidarse la autoría y convirtiéndose, así, en canciones populares.
Tadeo de Murguía, organista de la catedral de Málaga, en su libro, publicado en 1809, La música considerada como uno de los medios más eficaces para exaltar el patriotismo y el valor, incitaba a los compositores españoles a crear música militar, pues consideraba que esta era la mejor manera de enardecer los sentimientos patrióticos y de mover al pueblo a la acción. Es sus propias palabras: «Cualquiera que sepa el influjo que tiene la música en las acciones humanas fácilmente conocerá que ha sido uno de los primeros móviles de las empresas grandes y de las extraordinarias acciones de los mortales en todas las edades y bajo cualesquiera clase de gobiernos».
Las melodías de estas canciones populares eran sencillas, fácilmente memorizables. Unas veces, eran de nueva creación. Otras, se reaprovechaban melodías existentes a las que se incorporaban diferentes letras. Un ejemplo de esto lo vemos en una versión que se cantaba con la música de la Marsellesa y que decía:
«A las armas, corred, patriotas,
a lidiar, a morir o a vencer;
guerra eterna al infante tirano,
odio eterno al impío francés».
En cuanto a los textos, unas narraban los acontecimientos históricos más destacados, informando de lo ocurrido en las distintas gestas bélicas.
«Los franceses a la España vinieron a conquistar,
que al cabo de siete años les hicieron rechazar.
Desde Salamanca a Toro por el valle arriba van
y al llegar a Peñaflor les hicieron degollar».
«Salieron los miqueletes
de la casa colorada
y les hicieron volver
a bayoneta calada».

Otras, por el contrario, se centraban en un personaje importante, ya fuera francés o español, con la intención de presentar al primero de forma ridiculizante y sarcástica y alabando, generalmente, las hazañas del segundo. Así, se escribieron canciones sobre Napoleón:
«Bonaparte en los infiernos
tiene una silla poltrona,
y a su lado está Godoy
poniéndole la corona».
La siguiente coplilla, también sobre Napoleón, llegó hasta la Guerra del Rif, cambiando a Napoleón por Abd el-Krim y con una ligera variante: «Abd el-Krim subió a los cielos / a pedirle a Dios perdón, / y le respondió San Pedro: / – Pídeselo a La Legión». Con esto podemos observar cómo las canciones populares se perpetúan y reaprovechan a lo largo de los tiempos.
«Napoleón subió al cielo
A pedirle a Dios España,
Y le respondió San Pedro:
-¿Quieres que te rompa el alma?»
También José Bonaparte fue objeto de burlas y chanzas:
«Ya viene por la Ronda
José Primero
con un ojo postizo
y el otro huero».
«Ya se fue por las Ventas
el rey Pepino,
con un par de botellas
para el camino».
Hubo muchas canciones sobre militares españoles, como el marqués de la Romana:
«Marqués de la Romana, por Dios te pido
que saques a los franceses de Ciudad Rodrigo.
Marqués de la Romana, por Dios te ruego
que saques a los franceses a sangre y fuego».
El general Palafox:
«Laurel inmortal
al gran Palafox,
gloria de España,
de Francia terror».
O el general Cruz:
«¡Vivan los sevillanos
y el general Cruz
y mueran los franceses
y el mariscal Soult!»
El duque de Wellington también fue protagonista de algunas coplas:
«Velintón en Arapiles
A Marmón y a sus parciales
Para almorzar les dispuso
Un gran pisto de tomates.
Y tanto les dio
que les fastidió
Y a contarlo fueron
A Napoleón.
¡Y viva la Nación!
¡Y viva Velintón!»
Como también lo fueron guerrilleros famosos como Julián Sánchez, el charro.
«Cuando don Julián Sánchez
monta a caballo,
se dicen los franceses
¡ya viene el diablo!»
O el propio cura Merino:
«Desde que el cura Merino
se ha metido a general
los asuntos de la España
van marchando menos mal».
Y, como dice la siguiente canción, todo el pueblo levantado en armas se considera a sí mismo militares contra Francia:
«Franceses, idos a Francia;
Dejadnos en nuestra ley,
que en tocante a Dios, al rey,
a nuestra Patria y hogares
todos somos militares
Y formamos una grey».
En cuanto a la figura del rey Fernando VII, se escriben coplas sobre él tanto por parte de sus defensores:
«Pólvora en la cabaña,
pólvora en el zurrón,
no reinará en España
ningún Napoleón,
que reinará Fernando,
su patria y religión».
Solicitando su regreso a España:
«Salve, Fernando rey,
que tu venida
a unos les da la muerte
y a otros la vida.
Tráele, Marica, tráele,
tráele a Fernando,
Verás como la España
va respirando».
Como también hay canciones de sus detractores, sobre todo, avanzada la guerra:
«Ese narizotas,
cara de pastel,
ya me entiende usted,
ya sé yo quién es.
Dijo que a las siete
y vino a las tres.
Ya me entiende usted,
ya sé yo por qué».
La Artillería también tiene su copla, a propósito de los sucesos del Dos de Mayo:
«Gloria al cuerpo, que el primero
por la boca de un cañón
respondió a Napoleón:
“Obedecerte no quiero”.
Pues ese incendio guerrero,
que ya en todas partes arde,
y aterra al Corso cobarde,
todo es efecto del rayo
disparado el Dos de Mayo».
Hay diversas canciones dedicadas a diferentes vírgenes:
«Virgen de Atocha,
dame un trabuco
para matar franceses
y mamelucos».
«Aunque vengan más franceses
que arenas tiene la mar,
no moverán de su sitio
a la Virgen del Pilar».
«La Virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa;
la de los Desamparados
lo mismo dice en Valencia».
La constitución de 1812 también aparece en el cancionero popular:
«Todo español honrado
está muy obligado
a amar de corazón
a la Constitución».
«Del tiempo borrascoso
que España está sufriendo
va el horizonte viendo
alguna claridad.
La aurora son las Cortes
que con sabios vocales
remediarán los males
dándonos libertad.
Respira, España, y cobra
la perdida alegría
que ya se acerca el día
de tu felicidad».
Las mujeres, indudablemente, están presentes en las canciones tradicionales. No solo en el papel de víctimas:
«A Zaragoza la noble
Cuando la capitularon,
Todas las zaragozanas
A Dios le estaban llorando».

Si no, también, como combatientes, personificadas en la figura de Agustina de Aragón:
«No hay mujer más atrevida
que Agustina de Aragón,
que en la puerta del Portillo
sola disparó el cañón».
Aparecen canciones exhortando a las niñas a luchar contra Francia:
«Cartas del rey han venido
para las niñas de ahora
que se vayan a la guerra
a defender su corona.
Todas irán prevenidas
de cartuchitos y bombas
y yo también me prevengo,
dame la mano, paloma,
quédate con Dios, pichona».
La respuesta de estas no se hace esperar:
«Mi madre no quiere que vaya a la plaza
porque los soldados me dan calabazas.
No quiero pepitas, no quiero melón,
que quiero cabezas de Napoleón».
Y, por supuesto, no podemos olvidar a las gaditanas y la copla que nos sirve de título para el artículo:
«Con las bombas que tiran
los fanfarrones
se hacen las gaditanas
tirabuzones.
Que las hembras cabales
en esta tierra
cuando nacen ya vienen
pidiendo guerra.
¡Guerra! ¡Guerra!
Y se ríen alegres
de los mostachos
y de los morriones
de los gabachos.
Y se ríen alegres
de los mostachos
y de los morriones
de los gabachos.
Y se ríen alegres
de los mostachos
y de los morriones
de los gabachos.
Y hasta saben hacerse
tirabuzones
con las bombas que tiran
los fanfarrones.
Son de piedra y no se notan,
las murallitas de Cádiz,
son de piedra y no se notan,
“pa” que en ellas los franceses
se rompan la cabezota.
Cañones de artillería,
aunque pongan los franceses
cañones de artillería,
no me quitarán el gusto
de cantar por “Alegrías”».

Con esta breve semblanza del panorama tanto de la poesía como de las canciones cantadas por el pueblo, podemos observar cómo la literatura de la Guerra de la Independencia se politiza para ponerse al servicio de la causa contra el invasor. El poeta no solo no permanece impasible ante los sucesos que están ocurriendo, sino que se siente obligado a alentar a sus compatriotas a tomar parte en la lucha contra Francia. Antonio de Capmany, en su libro Centinela contra franceses, publicado en 1808, lo expresaba claramente: «No es este tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar del don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores: desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada, los otros con la pluma».
Agradecemos la autorización para difundir este artículo a la Revista Ejército.
2 Comments
Carlos
Muy interesante este artículo, ¡Un gran trabajo de investigación por detrás!
Saludos!
el primer edecán
Así es, Carlos. Carmen ha hecho un trabajo de investigación estupendo.